Son pequeños objetos que se insertan en el útero a través de la vagina y cuello uterino y cuyo mecanismo de acción varía según su composición, en general de dos tipos: DIU de cobre o con hormonas. El primero funciona impidiendo el paso de los espermatozoides en su trayecto intrauterino, evitando de ese modo la fecundación e impidiendo la implantación del óvulo en el útero en caso de que se hubiese producido la fecundación. El DIU liberador de hormonas combina los efectos del DIU de cobre con los hormonales propios de los progestágenos.

Debe ser insertado por un médico con la preparación adecuada. Se recomienda que se haga durante los días de la regla, por contar con la certeza de que no hay embarazo y porque se facilita la inserción a causa de la mayor dilatación del cuello del útero. Puede permanecer sin necesidad de ser cambiado por un periodo de 3 a 5 años.

Se recomienda que sea utilizado por mujeres que han pasado al menos por un embarazo y menos de cinco.

Como posibles efectos adversos se señalan dolor y hemorragias copiosas, con reglas más largas e intensas sobre todo durante los tres primeros meses de su colocación. Es posible que sea expulsado fuera del útero, lo que suele tener lugar en los primeros tres meses. En ese caso no se garantiza la anticoncepción. En menos de una de cada mil inserciones se puede perforar la pared uterina, lo que causa dolor y hemorragia repentinos y requiere una rápida intervención quirúrgica para evitar lesiones intestinales.

Si se tiene implantado un DIU no es conveniente utilizar tampones porque pueden enrollarse en el hilo que desciende de él hacia la vagina y provocar su desprendimiento.

Es necesario un control ginecológico, al menos cada seis meses, porque se incrementan las posibilidades de contraer infecciones vaginales.

A pesar de estos riesgos, los DIU son muy eficaces y el porcentaje de mujeres que quedan embarazadas mientras lo utilizan oscila entre el 1 y el 5% durante el primer año de uso.