Ahora que todo el mundo parece vivir pegado a una botella de agua mineral, y muchos expertos en estética y fabricantes de agua embotellada se esfuerzan en grabar a fuego en nuestra conciencia aquello de “los imprescindibles dos litros de agua al día”, llega el momento de aclarar ciertos puntos sobre este tema.

Es innegable que nuestro organismo necesita reponer la pérdida de líquidos que se produce por la respiración, la orina y la sudoración, ¿pero puede cuantificarse esta cantidad de modo universal e infalible en ocho vasos diarios? Y, ¿realmente hacer esto ayuda a perder peso o mejorar el tono de nuestra piel?

Analicemos las respuestas a favor y en contra.

Sin evidencias científicas

Beber dos litros de agua al día hace que nuestro cuerpo elimine toxinas e incremente la actividad de los órganos, lo que nos ayuda a no aumentar de peso y a mejorar la salud de la piel.

Los defensores de esta afirmación justifican el hecho de que sean precisamente 2 litros en la creencia de que los adultos necesitan consumir un mililitro de agua por cada caloría consumida (que en un día pueden rondar de media las 2.500). Sin embargo, no existen evidencias científicas que avalen estos argumentos ni estudios concluyentes al respecto. Además, muchos médicos aseguran que beber más agua no significa que eliminemos más toxinas, ya que los riñones son los encargados de esta tarea pero independientemente de cuanta agua se ingiera.

Los científicos afirman que no existen pruebas definitivas de que beber mucha agua ayude a no aumentar de peso o a mejorar el tono de la piel.

Por otro lado, es difícil cuantificar la cantidad de agua que debemos ingerir, ya que no todo el mundo tiene las mismas necesidades.

No debemos olvidar que no sólo satisfacemos nuestra necesidad de agua ingiriéndola como tal, sino que todos los alimentos (en mayor o menor medida) contienen agua, así como también otras bebidas como el café, el té, la cerveza o los refrescos. Que en un cómputo teórico general pueden suponer un aporte de medio litro o un litro al día.

Beber demasiada agua durante las comidas no es que engorde, pero puede llegar a licuar los jugos gástricos y hacer, por tanto, las digestiones más pesadas.

Sí es recomendable beber mucha agua en determinados casos: personas con ciertas enfermedades (como piedras en el riñón), que realizan esfuerzos físicos grandes, que soportan altas temperaturas o que realizan viajes en avión largos.

Beber en exceso también es dañino

Ingerir demasiada agua puede ser perjudicial para la salud al provocar problemas a nivel cerebral, cardíaco o respiratorio:

  • Inflamación en el cerebro; lo que impide que éste trabaje correctamente para regular las funciones vitales como la respiración.
  • Sobreesfuerzo en los riñones; si la cantidad de agua ingerida es excesiva los riñones no pueden seguir el ritmo, lo que hace que se diluyan excesivamente los niveles de ciertos componentes en sangre como el sodio o el potasio.

Además, todo esto puede derivar en una peligrosa enfermedad llamada hiponatremia, que consiste en la existencia niveles de sodio demasiado bajos en sangre. Es más común entre mujeres y algunas de sus manifestaciones son la sensación de letargo, apatía, náuseas, desorientación.

Entonces, ¿qué debemos hacer?

Nuestro cuerpo posee un sistema osmorregulador para mantener por sí mismo el equilibrio de agua necesario para el buen funcionamiento del organismo, basado en hormonas antidiuréticas y el mecanismo de la sed (que frente a la creencia común, no es un síntoma de deshidratación, ya que la sed comienza cuando la concentración en sangre aumenta un 2% pero la deshidratación no llega hasta alcanzar un 5%).

Por ello, ayudemos a nuestro cuerpo y démosle agua cuando nos lo pide, sin obsesionarnos por alcanzar una cifra determinada.