Históricamente se ha tratado el deseo de la mujer como insuficiente. Más bajo que el del hombre. Con una respuesta sexual más lenta. Se ha considerado que la mujer es la que ante la inminencia de un encuentro erótico, de repente y sin previo aviso, aparece en sus labios la formulación tan divulgada del “me duele la cabeza…”.

¿Esto es real? La respuesta está clara. Claro que eso se ha dado a lo largo de la historia. ¿Y realmente se debe a que la mujer tiene el deseo erótico más inhibido que el hombre? Discrepo que esa sea la razón.

El error de base parte del concepto de deseo. ¿Deseo de qué?

Ante esta pregunta surgen respuestas que aun pareciendo concretas y que todos hablamos de lo mismo no es cierto.

Ejemplos de respuesta:

  • De hacer el amor
  • De hacer el acto
  • De tener sexo
  • De follar
  • Pues de eso!

Ninguna de estas respuestas dice nada. Y es debido a que cada uno da un significado distinto a cada una de esas respuestas. Pero casi todas suelen tener un elemento común cuando indagas más. Son formas de referirse comúnmente a un encuentro erótico donde se dan prácticas de penetración vaginal. Y es justo en este punto donde aparecen los líos. Hay multitud de investigación al respecto y si bien las cifras varían de un estudio a otro, las conclusiones no varían.

Vivimos en una sociedad profundamente coitocentrista. Lo que aprendemos es que para que haya un encuentro erótico adecuado es necesaria la penetración vaginal, que a todos nos tiene que gustar porque es la práctica por excelencia, con la que más se disfruta.

Nada más lejos de la realidad. Los estudios demuestran que un alto porcentaje de mujeres no llegan al orgasmo solo con penetración vaginal, y un porcentaje menor ni siquiera disfruta de esta práctica. Algunas de estas mujeres refieren que sienten muchas ganas de tener está práctica, pero que en cuanto comienza la excitación baja o desaparece. Esto se debe a esa creencia de que la penetración es la opción correcta de vivir la sexualidad.

Primera fase de superación

No tenemos deseo, sino deseos. Y para esto nada mejor que saber algo del repertorio de prácticas eróticas que ya conocemos.

Por ejemplo besos, caricias, abrazos, masturbación en solitario, masturbar a la pareja, que nuestra pareja nos masturbe, caricias bucogenitales (más conocido como sexo oral), anilingus (caricias con los labios y la lengua en la zona perianal y ano), penetración anal, penetración vaginal, uso de vibradores, masajes eróticos, lametazos, mordiscos, arañazos, bondage, dominación-sumisión, roce de genitales con alguna parte del cuerpo (como el pene entre las nalgas, los muslos…).

Esto es un pequeño ejemplo. En las mujeres es más evidente que en hombres que existe una amplia variedad de deseos, donde las mujeres suelen ser más flexibles a la hora de probar cosas nuevas y disfrutar con ellas.

No hay prácticas mejores que otras o unas más placenteras que otras. Algunas nos gustarán mucho, otras menos, otras que nos resultan indiferentes, otras en las que nos gusta pensar pero no realizar y otras que están muy alejadas de nuestros gustos y peculiaridades. Lo que es claro es que un encuentro erótico puede componerse de multitud de prácticas, donde hay que saber combinar prácticas con las que disfrute tanto nuestra pareja como nosotras mismas y en donde puede o no, haber penetración vaginal, siempre y cuando ambos disfruten.

Entonces, ¿las mujeres tenemos menos deseo? No tenemos menos deseo, frecuentemente tenemos más deseos. Y posiblemente lo que ha ocurrido históricamente no se debe al menor deseo de la mujer, sino que al haber más deseos y centrarse con su pareja solo en uno al final se sienten insatisfechas, por lo que al final aparecen esos dolores de cabeza

Segunda fase de superación

Las mujeres, debido a pautas de crianza diferentes entre hombres y mujeres, aprendimos desde bebes a disfrutar de nuestro cuerpo. A las bebes se las suele acariciar más por todo el cuerpo que a los bebes, por ello las mujeres que una vez fuimos bebes tenemos el cuerpo más erotizado. Disfrutamos más de nuestro cuerpo.

Por ello disfrutamos más de más prácticas. Si notamos esta diferencia con nuestras parejas eróticas, al igual que nosotras aprendimos a disfrutar, podemos ser generosas y buenas amantes y conducir a nuestra pareja por el camino de la erotización del cuerpo. Esto puede hacer que estemos más en sintonía y se disfrute de otra forma.

Tercera fase de superación

Si aprendemos a diferenciar que prácticas nos gustan más y con cuales disfrutamos, también podemos aprender a demandarlas a nuestras parejas eróticas. Lo que hará que nuestro deseo se active y estemos más receptivas.

Si queréis saber más de como movilizar el deseo lo podréis encontrar en el próximo artículo que publicaremos en breve.