Cuánto

Durante el primer trimestre duermen un promedio de 15 a 18 horas diarias, cada vez menos a medida que pasa el tiempo, oscilando entre un máximo de 20 horas los primeros días y un mínimo de 13 a los tres meses.

Al nacer apenas se despiertan más que para comer, pero a medida que pasa el tiempo están más ratos en estado de alerta y mostrando interés en su entorno, con lo que empiezan a necesitar más el descanso nocturno.

Al aumentar paralelamente la capacidad de su estómago, pronto saltan una toma nocturna; por tanto, es raro que a los dos meses no duerman ya seis horas seguidas.

A los tres, lo normal es que sean ya siete u ocho horas las que duermen de un tirón y no son pocos los que, tras una toma a primera hora de la mañana, alcanzan las diez o las doce, con sólo esa breve pausa alimenticia. Durante el día están despiertos, aunque hacen dos o tres siestas más o menos largas.

No es peligroso que un niño de tres meses se pase diez horas sin comer, pero incluso al principio, cuando ya han recuperado el peso de nacimiento y se sabe con certeza que tienen energía para reclamar su alimento, sólo conviene despertarlos si durante el día llevan más de cuatro horas seguidas durmiendo, para que no «cambien» el sueño y se despierten más a menudo por la noche.

Aunque la somnolencia puede ser el síntoma de diversas enfermedades, no hay motivo para preocuparse por mucho que duerma un bebé, si eso es lo habitual en él, progresa normalmente y cuando está despierto se le ve activo y despejado.

Dónde


El contacto físico favorece la lactancia materna y la vinculación afectiva con el bebé, lo que hace muy recomendable que la madre descanse a ratos junto a su hijo. En cambio, como norma general, se desaconseja que los bebés pasen la noche durmiendo con los padres en su misma cama, porque, al margen de consideraciones psicológicas, no debe olvidarse el improbable pero real riesgo de darle algún golpe indeseado o incluso llegar a aplastarlo sin darnos cuenta.

De noche es mejor y más cómodo tenerle en la misma habitación de los padres hasta que empiece a saltar la toma nocturna, momento en el que ya debiera pasarse a su propio cuarto.

Por muy profundo que tenga el sueño, es difícil que un adulto que se acueste sabiendo que es el responsable único de un bebé no le oiga llorar, aunque esté en otra habitación. En todo caso, a pesar de las numerosas falsas alarmas que pueden ocasionar, los interfonos de que actualmente se dispone hacen que muchos padres se acuesten más tranquilos.

Cómo

Durante las primeras semanas de vida, cuando un niño duerme poco o mal, el problema no suele ser de sueño, sino de alimentación. Sin embargo, ya desde el nacimiento conviene empezar a prepararlos para que aprendan a dormir bien, y el primer paso es procurar que el día y la noche les queden claramente delimitados. Para ello, de día es mejor no tenerlos a oscuras ni aislarlos tanto como para que no puedan oír los ruidos normales de la casa; mientras que de noche se debe procurar hacer poco ruido y mantener la habitación oscura, iluminándola muy tenuemente y hablando en voz baja sólo cuando sea necesario.

El punto crítico para lograr que el sueño no sea un problema es comprender que el bebé debe aprender a dormirse solo, porque si se le duerme en brazos, cantándole o dándole de comer, asociará su entrada en el sueño con esas actividades y cuando, en uno de los ciclos normales que se repiten todas las noches, su sueño se haga ligero, en vez de volverse a dormir sin llegar casi a despertarse, necesitará la misma ayuda que precisó la primera vez para lograrlo. Esto significa que si el bebé se duerme en brazos o mamando, en vez de aprovechar para acostarle con todo cuidado y sigilo, hay que procurar despertarle un poco con unas caricias, lo justo para poder dejarle en la cuna casi dormido, pero no del todo.

Esta norma debe saber aplicarse progresivamente y con flexibilidad. No se trata de que el bebé deba dormirse desde el primer día solo, sino que no se habitúe innecesariamente a entrar en el sueño con una ayuda de la que luego no querrá prescindir, ni para conciliar el sueño ni para mantenerlo. Se le puede mecer y se le puede cantar, pero no hasta dormirle, sino hasta adormecerle. Y si al dejarlo en la cuna se pone a llorar, empezar de nuevo: consolarle en brazos, pero procurar dejarlo en la cuna cada día un poco más despierto que el anterior. Por descontado, el chupete puede facilitar mucho las cosas y el único inconveniente de que se acostumbre a dormirse con él es precisamente que, mientras sea pequeño y no pueda localizarlo y llevárselo él mismo a la boca, es fácil que lo reclame más de una vez para poder seguir durmiendo.

También es importante no precipitarse a atenderle por la noche sólo porque se le oiga moverse inquieto o gemir un poco, pues un bebé puede llorar sin llegar a despertarse o siendo capaz de volver a dormirse por sí solo en unos pocos minutos. De noche se está continuamente a su lado y se oyen ruidos que de día habrían pasado desapercibidos; la preocupación porque duerma y deje dormir lleva a menudo a tratar de calmarle inmediatamente, despertándole inoportunamente o no dándole tiempo a que concilie de nuevo el sueño sin necesidad de nadie.

La postura y riesgo de muerte súbita

Los bebés sanos deben acostarse boca arriba.

En los últimos años se ha demostrado la existencia de una relación entre la postura en la que duerme el bebé y el riesgo de que sufra el llamado «síndrome de muerte súbita del lactante», en el que se le encuentra así en su cuna de forma inesperada e inexplicable aun después de la autopsia.

La postura es uno de los factores de riesgo asociados a ese infrecuente pero fatal problema. Los bebés que duermen boca arriba son los que tienen menor riesgo y esa es la postura más recomendable; pero acostarlos de lado es también aceptable y más seguro que ponerlos a dormir boca abajo.

Los casos de muerte súbita han disminuido desde que se empezó a recomendar acostarlos boca arriba.

Los reflejos naturales impiden que un bebé sano se asfixie con un vómito aunque esté en esa posición; sin embargo, en niños con malformaciones o problemas especiales, como un reflujo grave, el pediatra puede indicar que duerman boca abajo.

Cuando el niño está despierto y puede ser observado, es recomendable que pase algunos ratos boca abajo para facilitar el desarrollo de los músculos del cuello y evitar el aplanamiento de la parte posterior de la cabeza.

Y además…

…el colchón de la cama ha de ser firme y no deben usarse almohadas ni tener sábanas o ropa suelta, bajo la que pudiera quedar la cabeza del bebé.