El parto de niño muerto –la muerte de un bebé después de la vigésima semana de embarazo– puede ocurrir antes del alumbramiento o como resultado de complicaciones durante el trabajo de parto o el parto en sí. Es algo muy poco frecuente, que ocurre en menos del 1% de todos los nacimientos. Al parto de niño muerto también se lo denomina “muerte fetal intrauterina” o “muerte prenatal”. No hay manera de predecir cuándo ocurrirá un parto de niño muerto ni quién tendrá uno. Es más, todavía se desconoce la causa de alrededor de un tercio de estas situaciones.

La primera señal de muerte prenatal es la ausencia de movimientos del bebé a medida que se aproxima la fecha estimada de parto. Esto puede estar acompañado de espasmos abdominales persistentes o de dolores punzantes en la pelvis, la espalda o el bajo vientre, así como de sangrado vaginal. Si manifiesta alguno de estos síntomas, debe consultarlo con su médico.

El médico puede buscar latidos fetales con el estetoscopio, detectar latidos mediante una ecografía o someterla a un monitoreo fetal en reposo, con sensores electrónicos colocados en su vientre. Los monitores registran el ritmo cardíaco y los movimientos del bebé, además de las contracciones del útero.